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nos ha destinado de antemano,
y por pura iniciativa de su benevolencia,
a ser adoptados como hijos suyos
mediante Jesucristo.
De este modo, la bondad
tan generosamente derramada sobre nosotros
por medio de su Hijo querido,
se convierte en himno
de alabanza a su gloria.
Con la muerte de su Hijo,
y en virtud de la riqueza de su bondad,
Dios nos libera y nos perdona los pecados.

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